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Mostrando las entradas de enero, 2010

Misión 6: Una vida hervida

Dejar de amar Dejar de fumar Dejar de llorar y ahora... dejar de comer... o al menos hervirme la vida, como Malena, la de Almudena Grandes. La sal a recuperar que supone el reto va en otras cantidades y en otras metaforicidades... sí, metaforicidades (por oposición a materialidades... tsssss, elegante como el pegante). La vida me tiene que saber a algo ahora que la alimentación será sólo eso: alimentación. He encontrado en estos días la sal en las frases que colecciono de lo que la gente suele regalarme cuando me pone cara de rodilla y me toca la espaldita. Frase 1: "Piensa en las estadísticas, era obvio que te iba a pasar, además te estabas adelantando a lo que se espera de las mujeres de tu edad de clase media en países en vías de desarrollo" (Aaaah órale) Frase 2: "No manches, si acá la que perdió 7 años de su vida fuiste tú, ¿con qué cara se atreve a dejarte en estas condiciones?" (gracias por lo de la pérdida... yo que los veía como inversión, ¿y en qué condici

Misión 5: Andar y ser una dama

Cuando me leo, me caigo bien... Cuando las tepocatas se arrastran hay que pensar que para algo nos dio pies la vida: para andar... seguir aandando y aprender, estar en el camino sin importar las bifurcaciones y el pánico de la decisión inminente. Andar, para eso tenemos pies, para, como una dama, seguir andando, sin pisar alimañas rastreras que se enroscan y regodean en su propia falta de dignidad, andar y sin tropezar con ellas. Andar y ser una dama, no una damicela que necesita ser cuidada y reinventarse cada día en el espejo de esos los otros ojos, pero una dama que no se traiciona, una a quien no vence ni el dolor ni el coraje. Andar, porque para eso nos ha dado la vida pies. Y bueno, ni cómo olvidar la entrevista en que la Dra. E.F. declaró que ser alumna de un genio (J.P.) supone una gran responsabilidad. En esa lògica, siendo alumna de quien soy: ser alumna de una dama (J.G.) requiere de una gran responsabilidad en el mismo sentido.

Misión 4: Vencer al pánico

Momento de crisis. Crisis/ oportunidad. Las opciones, a decir de Cantona, son simpre más de las que imaginamos, mis opciones son todas borrosas, menos la línea roja que indica que algo hay verdadero en mi vida ahora. ¿Sola? ¿Acompañada? ¿Decidiendo creer? ¿Decidiendo cerrar la puerta a posibles verdades? ¿Eso cómo se determina? ¿Cómo vencer al pánico que oprime los pulmones? ¿Cómo respirar ya no sólo por mí? ¿Cómo hacerlo desde el borde de la realidad, en la que los límites entre el querer y el odiar se han hecho permeables, cuando la mentira y la verdad se han vuelto una misma cosa, una bifurcación que al final se une y lleva a la misma vereda una y otra y otra y mil veces? Vencer al pánico, teniendo sólo pánico como arma, resignificarlo, transustanciarlo, convertirlo en algo más que pánico, ahora que yo me convierto en algo más que en mí misma. Abrácenme por favor, tengo la impresión de que es el calor de quien me mira y me lee lo que va a servir al pánico y a mí para transmutarnos.

Misión 3: actitud

Una vez hecho el recuento de los daños, una vez abiertos los ojos y los oídos al mundo de nuevo viene la construcción de la actitud. Me asumo como una persona algre, contrario a mucho de lo que este blog deja ver de mí, de ahí que no soporte a aquellos que se instalan en la autoflagelación, en la cara de sol de frente o en la lágrima perpetua. Yo lloro, lloro mucho, me enojo de forma brutal, pero cuando decido salir, me subo en los tacones imaginarios y me arropo en actitud. Han sido días complicados, cuando la gente se entera de lo que te pasó insiste en tocarte el hombro, en ofrecerte su oreja al otro lado del teléfono a las 3 de la mañana si es necesario y en decirte "vas a estar bien"; los primeros días todos esos apapachos son maravillosos, pero después de un rato uno mira al mundo y dice "¿por qué la cara de rodilla? al final yo gané, me deshice del bulto (como dice mi amigo JC) y yo sigo siendo yo, yo no me traicioné, yo no hice puntos de mal karma, ¡¡¡yo crecí!!!

Misión 2: San Sebastián

El regreso a las actividades normales es una bendición en estas circunstancias, uno se siente aliviado de tener tanta carga de trabajo, ya ni le hace caras a la jefa cuando deja más labores, sólo sonríe de saber que va a tener menos tiempo para pensar. "Me queda la vida, que no es poco", aprendí de alguien muy querido en estos días. La vida me encanta, tiene toda la onda, pero también me asusta muchísimo y cuando uno se asusta busca los lugares de cobijo: ahí es donde entra San Sebastián. No es tanto el santo, yo ni creyente soy, es el lugar, es la sensación de que sus cuatro esquinas me pertenecían aún antes de yo ser un nosotros. Ese ahí es la plaza Federico Gamboa en Chimalistac, el lugar donde paseaba Santa... esa Santa, Santa mía a quien le debo lágrimas de postinfancia. En el atrio, la fuente en donde hace muchos muchos llantos encontré un violinista; a un costado el CEHM, en donde pasé tantas horas y sombras con mis monjas y sus visiones cuando hacía la otra tesis; y a

Misión 1: recuperación del templo y del rito

Domingo: poniéndome esotérica, algo me dice que algo estoy haciendo bien. Hay un volcán detrás del estadio y es un volcán que me pertenece, es el mismo volcán que suele verse desde mi torre... El primer día que llegamos a la torre notamos los volcanes acosándonos detrás del balcón, pero sólo a mí me entusiasmaron, al grado de levantarme más temprano para poder verlos todos los días al amanecer, el único momento en el que no importando el nivel de contaminación, los volcanes son visibles. Cuando estuve en la hemeroteca leyendo periódicos del XIX apareció un artículo sobre la identidad chilanga (no verbalizada de ese modo) y los volcanes que reciben a quien regresa a la patria chica. Fue ahí cuando los volcanes se volvieron un tatuaje en mi mente. En diciembre, mientras estuvimos en lo que yo creía ser el paraíso, noté que los volcanes me segían sobre el horizonte a donde quiera que fuera. Inicia el torneo, uno de los volcanes se acercó al estadio, algo estoy haciendo bien al haber decid

celibataire

Hoy es, oficialmente, mi primer día de soltería después de 17 años de pasar de una pareja a otra sin respirar. Los últimos 6 años 9 meses, respirando absoluta y totalmente del aliento que hoy empiezo a dejar de extrañar. Hay algo de deseo para mí en este momento en la palabra celibataire (del latín caelebs): soltero en francés... Cuando su fonética nos lleva al español frenamos en la idea de celibato o célibe : según la RAE aquél que no ha contraido matrimonio (como yo, que en el intento fui descompuesta en partes que hoy estoy por reorganizar); si apelamos a la idea de celibato en nuestra lengua no necesariamente se trata de un estado civil, sino de un estado mental y corporal. Ahí está el deseo en este momento, quiero vaciarme de dolor, quiero vaciarme del amor caduco que me quedó, quiero vaciarme de él y de lo que fui a su lado, por primera vez quiero ser celibataire hasta que llegue el momento de recupera las expectativas sobre el futuro y sobre mis emociones, hasta que de verdad

Misión

Reocupar los espacios ya desde el ser mismo, ya desde el uno, ya desde el yo soy. Recuperar lo ocupado por el pasado, recuperar el estadio, la universidad, los puentes peatonales, las marchas y las ideas, las noches átonas, los pasos de baile. Reconquistar el futuro, repoblarlo de Mar, ahogarlo en Mar, que sólo huela a Mar... Que el frío sea sólo señal de vida.. que el frío no venza a los ejércitos que tienen esta misión.