En los albores del inverno




















Me desperté pensando que quizá no era tan vieja para creer; que tal vez, después de esta tarde podría entender de nuevo las interpretaciones de mis alumnas cuando leemos poesía, en las que cada palabra es un lance amoroso afortunado y tibio; parece que o ya sólo pedo leer desencuentros agrio-amargos, necesidades de mentir, de no entregar, de resignarse.


Bajo el agua caliente seguía imaginándote, recordando las palabras clave, los besos msn y gsm, discusiones sumamente racionales de lo inconveniénte que te sería enamorarte de mí, justo ahora que eres tan dolor y tan poco tú, ahora que no eres sino el vértigo de esa caída que se antoja interminable.



Elegí bien, esas medias que me hacen mejores piernas, las botas cafés, una falda rosa que después de meses hizo las paces con mi cadera, un suéter que verdaderamente invita a acurrucarse en él y el collar que te daría el pretexto perfecto.










Esta tarde habría de cometer pecado




Sentí cómo huías de mí, lo supe toda la noche...



¿Para qué haría un drama? ¿para qué rasgame las vestiduras?... aún así no me voltearías aver.


En los albores del inverno sigo instalada en el verano... sigo sabiendo que me enamoré. No me odies. No voy a ver cómo te enredas en otras piernas, no voy a esperar a que llegues de la mano de ella. Te amo, deja que me aleje hasta que se me pase esta fiebre, tú me lo dijiste anoche "estos malditos apegos que sólo dañan"

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