Un café
Hace un siglo que no me paro por aquí y es que no sé si ya me rendí, si mi vida es poco interesante, si el trabajo me absorbe o si ahora ya sólo siento la necesidad de contarme mis chistes a mí misma.. Tengo muchas ganas de esos días en los que me la pasaba en los cafés, cuando todo era pretexto para estar fuera de mi casa, sola o acompañada por mis amigos, mi novio o mi perra, pero parece que esos días están lejanos, lejanos, lejanos... no me da tiempo ni de darme gustos dentro de mi casa; salir es toda una hazaña. Más vale que al final de esto (si es que un día encuentra un final) algo bueno salga, algo muy bueno... pero ya no sé qué. No soy tan mezquina como para dedicarme a ser vaca sagrada, no soy tan brillante (como la brillantina) para ser celebridad, no soy tan abnegada como para renunciar a lo que me gusta en aras de obtener lo que me viste (intelectualmente)... de repente ya no sé. Pero no es un no saber desgarrado, es una incertidumbre agusto: no hay horas de las sombras con