Provocando deseos sabor maracuyá
Hace algunos años tuve mi propio acosador. Sensación única e inigualable: recibir llamadas y mensajes arrobadores -claro, mi acosador era poeta-, que me esperaran rebaños de mis flores favoritas al entrar a mi trabajo, recibir libros prologados por él, ser su tema en facebook y su subnick en msn. Las cosas como esas hacen que una se deje querer y no ponga límites al acoso de quien, a todas luces, tenía un desequilibrio mental... esto último lo supe el día que, sin que yo le dijera mi domicilio, se presentó en él con el discurso de venir para casarse conmigo porque su terapeuta se lo había sugerido. El momento en el que se negó a salir de mi casa sin un beso mío, convirtió aquella infatuación del ego, en terror puro. A pesar de lo anterior, hay un episodio que me resulta infinitamente deleitoso en la memoria: la noche en que dije a su oído, en medio de una furtiva llamada telefónica, "tengo antojo de maracuyá" y al amanecer había un paquete con decenas de frutos a