Camas
Dos años atrás…
Fuimos a buscar una cama. Una princesa como yo, no debía, no podía y no merecía dormir en el piso de ese departamento maravilloso que tenías. Era frágil en aquél entonces, casi puedo sentir como tirabas de mi brazo y yo me elevaba como la estela que dejaba tu emoción al brincar de un aparador a otro. Yo sabía que no iba a vivir contigo, pero me encantaba hacer planes, aunque supiera que te iban a doler después; para mí era el placebo que requería tanto dolor, tanto abandono, tanto infeliz coraje de no poder estar bien, a pesar de que yo valiera más que el que me había dejado y tú juntos. Corríamos, comíamos, y regresábamos al suelo todos los días, porque si bien una princesa como yo no merecía dormir ahí, había eventos que ameritaban quitarse la corona y las estrellas. Esos meses fueron de pizza sin pan; besos sin remordimientos; toronjas a media noche y humo en AR; mis berrinches y tú detrás de mí escuchando a los policías decir: “¿pues qué le hizo joven?”; cruzar la ciudad en pijama; post its sobre las pantallas. Absolutamente todo era emocionante y nuevo, aunque ya lo conociera. No te amaba, pero cómo me gustó haber dicho que sí.
Hoy…
Cada vez que paso por una mueblería y veo las camas sigo pensando en ti.
Fuimos a buscar una cama. Una princesa como yo, no debía, no podía y no merecía dormir en el piso de ese departamento maravilloso que tenías. Era frágil en aquél entonces, casi puedo sentir como tirabas de mi brazo y yo me elevaba como la estela que dejaba tu emoción al brincar de un aparador a otro. Yo sabía que no iba a vivir contigo, pero me encantaba hacer planes, aunque supiera que te iban a doler después; para mí era el placebo que requería tanto dolor, tanto abandono, tanto infeliz coraje de no poder estar bien, a pesar de que yo valiera más que el que me había dejado y tú juntos. Corríamos, comíamos, y regresábamos al suelo todos los días, porque si bien una princesa como yo no merecía dormir ahí, había eventos que ameritaban quitarse la corona y las estrellas. Esos meses fueron de pizza sin pan; besos sin remordimientos; toronjas a media noche y humo en AR; mis berrinches y tú detrás de mí escuchando a los policías decir: “¿pues qué le hizo joven?”; cruzar la ciudad en pijama; post its sobre las pantallas. Absolutamente todo era emocionante y nuevo, aunque ya lo conociera. No te amaba, pero cómo me gustó haber dicho que sí.
Hoy…
Cada vez que paso por una mueblería y veo las camas sigo pensando en ti.
No pos sí, lo primero lo primero es la cama.
ResponderBorrarSiempre es primero la cama.
ResponderBorrarBesos siempre