Necesito

A tu salud Anita

Me llevé las palabras de tu boca, me las robé todas. Te dejé el silencio, que supiste convertir en la soga que aprietas, cada día un poco más, para irnos matando a tu eco y a mí. Te dejé hablar tanto, te entregué todo el aire dentro de la habitación y el ruido de la noche para que le sirviera de escenario a tus palabras, por si no le era escenario suficiente el sillón rojo, la cama alta que dejamos intacta, la silla de ruedas, el miedo, la voluntad echa pedazos a tus pies y los pasos que se quedaron resonado en los pasillos y los cuartos por los que me habías llevado de la mano, como queriendo que conociera los espacios que posees y a los que no pertenezco.

Te escuché, te escuché, te escuché
No te detuve, como hubiera debido, no te dije que te amaba, no te lo grité, no te callé con el grito de que te estaba amando ya, esa misma noche, en la que me hablabas de pensar las cosas, comprometernos después, cuando regresaras hecho artista y hermano... ¡Yo no necesito al artista, carajo!, necesito haber gritado esa noche necesito no haberte pedido que te levantaras del fondo de esa cama -la única cama con fondo que he conocido-, necesito que sí te fueras extrañándome, necesito un oso verde y más palabras todos los días, necesito haberte pedido certezas, necesito haberle cerrado las puertas a las bailarinas, a los ojos grises, a los trapecios y a los silencios devorados por los besos ajenos.
Necesito que me escribas.

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