Sin ultraje

Son las seis de la mañana de un domingo que se empieza a iluminar de ese color ciudad inerte, mujer en duda, Mar sin maresía, estrella extinta... Cuando era estudiante jamás llegué a mi casa a esa hora. Niña de bien, aunque nunca niña bien; empeñada en demostrarle al mundo que podía llenar todos los estándares, todos los contradictorios paradigmas de padres y amigos; siempre caminando por lo recto de la cuerda floja, entre la existencia y el borrón que mancha la vida de quienes me olvidaron.

Hoy domingoprimerodejulio, en una casa que hubiera matado por tener, bebiendo en una terraza con mi propio captor, mirando los columpios en los que quizá él mismo meció sus días de infancia, ahí estaba Mar; por momentos, durante los instantes de breves clímax en la historia del secuestro que ocurría a un costado, estuve encerrada en una galería con jaulas-dormitorio de unos conejos descomunales... unos conejos que parecían contener todo el país de las maravillas en sus entañas, conejos que quizá devoraron otros conejos u otras mujeres, millones de Alicias. De ahí tomé el cuchillo.


Instalada en una tambaleante pose de mujer fatal al borde del colapso, pero en control del mismo cuchillo en mano, imaginando quién demonios pensaría en mí en el momento en el que mi mente comenzaba a entrar en un blanco ensordecedor.


Entramos al cuarto en donde se encontraba aquél en silla de ruedas, me pidió que me sentara en el sillón rojo -parecía ser un peivilegio, "sólo para las muñecas robadas"-; me recorrió con un ojo que aún le quedaba medianamente vivo, después con un dedo con su desgastada huella que no me marcó (años atrás la había lijado con el vidrió de una botella verde, imaginé).


Aquí no había Almodóvar, ni Cuarón, ni Gondry no era una escenografía cuidada, no hubo atmósferas asfixiantes de color o textura, estaba lo que había y había una Mar, un captor y el de la silla de ruedas... ni una cámara ¡Carajo, todo era real!


No lloré, no grité, ni empujé y mi calma me valió mi libertad, aparentemente todo era un ajuste de cuentas con la persona que inició el viaje conmigo, del lado del volante, yo había sido un error en el argumento y por eso tenía que salir de escena cuanto antes... era lo mejor para todos.

No vi el amanecer cuando llegó la primera mueca del sol absurdo del cumpleaños del fraude.
Seis y media y nadie me esperaba en casa, a nadie le interesaba mi historia, ni siquiera Eco repitió mi "ya llegué"... Saqué el cuchillo de mi bolsa y lo guarde en el cajón junto con los souvenirs del resto de los malos viajes.


Quizá hubiera sido más interesante el ultraje o ser devorada por los conejos.

Comentarios

  1. Si esto pudiera poner emoticones, el mio tendría los ojos pelados y con cara de what!?

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  2. Es hermosa la transformación de nuestra conversación llena de tus: "es en serio" y mis: "no manches ¿neta?" en este extraordinario texto.

    Agradezcamos la ausencia de ultraje y de indigestión...¿para qué más aventuras?

    Por fin entendí uno de los orígenes de nuestra amistad, cuando dices: " empeñada en demostrarle al mundo que podía llenar todos los estándares, todos los contradictorios paradigmas de padres y amigos"

    Te quiero

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