Demasiadas voces en mi cabeza

De mí nadie cuida, si yo me enfermo, yo me curo; si tengo habre, me hago de comer; si me mojé en la lluvia, yo solita me meto en la secadora. Igual que lo que siempre le digo a las señoras de antaño cuando hablan de sus maridos borrachos "tú escogiste esta vida". Yo escogí una vida de total y absoluta rectitud, no hacer nada ilegal, no tomar entre semana, no pedir favores abusivos, tener un pizarrón con todos mis deberes, trabajar para comer y no esperar que la comida esté en la casa sólo por mi linda cara. Pero hay unos días tan de la chingada, días en los que la enfermedad se hace evidente y no hay forma de poner carita triste pa que el de junto te cuide, porque entiendes que el de junto también tiene sus problemas; días en los que haces cuentas y cuentas y cuentas y no te explicas cómo le vas a hacer para que te sobre dinero y poderte dar el gusto que querías, porque si no lo haces tú, nadie más lo va a hacer por ti; hay días en que la sonrisa del ejecutivo de cuenta en Bancomer te parece verdaderamente un postre dulce y con galleta, pues estás acostumbrada a que todo el mundo te trate con frialdad porque esa persona te volviste con los años. Hay días en los que ya no sabes si lloras porque estuviste 12 horas sola y sin hablar con nadie, o porque te acuerdas de que el mismo día hace algunos años, tus dos mejores amigos te fallaron de la misma forma, pero sólo tuviste valor para ser implacable con uno y al otro decidiste perdonarlo porque sabías que no ibas a poder con tanta tristeza. No sabes si lloras porque prometiste algo que quizá no puedas cumplir y te estás partiendo en mil tratando de conseguir lo que necesitas para poderle cumplir esa promesa a alguien que rompe todas las promesas que te hace. Hay días, como hoy en que lloras porque sientes que llegaste a los 30 4 años antes de lo planeado, porque ya te pasan esas cosas que todo el mundo te advirtió, como ya no poder bajar de peso tan fácilmente, o la onda esa del reloj biológico y hasta cuestionarte si no deberías ya empezar a vestirte de gris, navy y blanco, en vez de esos estridentes colores que sueles usar.
Hay días en los que, como hoy tienes que gritar y gritar y gritar todo el camino a casa, porque esperaste a tu mamá todo el día para platicar y no conseguiste abrir la boca porque sentías que ya tenía demasiadas tristezas como para escuchar las tuyas.

Comentarios

  1. Lo lindo es que siempre hay otros dias. O al menos eso le queda a uno por pensar.

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