Boda no boda
Fuimos a una boda no boda bastante campechana... no, no es que la banda fuera del bonito sur (esteeeee?) mexicano, sino campechana en el sentido más popular de la palabra, es decir, mezcladita.
La novia es una chica brasileña de clase media que hizo realidad su sueño de telenovela mexicana, en que se casa con el banquero inglés, quien la lleva a conocer el mundo a expensas de las infames tarifas con que nos sangran a los mexicanos en especial, y en general al resto de países en donde el simpático banco local del mundo tiene presencia.
El novio, es ese banquero inglés a quien si ves en jeans y camiseta no te inspira el menor respeto y eso es todo lo que puede decirse de él.
La boda boda se llevó a cabo en Londres, a ésta acudió lo más encumbrado de la sociedad londinense y lo más colorido de la sociedad curitibana (anque la novia diga que ella en realidad es de Sao Paulo). Las fotos de la boda en Londres son particularmente graciosas. Uno no creería que a estas alturas las damas londinenses asistieran a las bodas enguantadas y ensombreradas, y sin embargo, lo hacen; y uno tampoco creería que a estas alturas hubiera gente que aún usa medias negras con zapato abierto para ir a una boda en Londres y sin embargo la sociedad curitibana lo hace.
No conformes con un boda tan dispar en el viejo continente, decidieron hacer una segunda vuelta en el DF, ciudad en donde viven; así que asisteron a la boda en Las Lomas los altos directivos del banco; los estudientes de la UNAM, con quien la novia comparte un curso; la socialité mexicana, que en realidad son los subternos de los ingleses; y el maestro de español.
Dicha mezcla fue posible, gracias al total desconocimiento de las normas de etiqueta por parte de la novia. Ella es desenfadada y no distingue entre clases sociales -al menos por ahora-, está tan sola la pobre que a pesar de ser malmirada por sus finísimas amistades, ella decide sentar en la misma mesa al electricista, la muchacha, el maestro de español, y las amigas de Polanco, para sentir que como entre una gran familia.
Para el Joy el día de la boda no boda fue como un gran ejercicio antropológico. Tuvo la fortuna de visitar en la mañana una imprenta en donde la frase "el proletariado y la clase obrera la pasan muy mal" adquirió sus reales dimensiones. Uno tiene la idea de que el trabajo de los obreros es pesado e infame, pero no sabe cuánto hasta que el obrero tiene una cara, un nombre y una dignidad. Joy encontró como lo más impactante el darse cuenta de lo demandante y desgastante que puede ser el trabajo físico, sin llegar a pensar en el extremo que implica el trabajo en las minas o de los obreros industriales, sino en cosas que parecieran tan poco agotadoras como el armado de un libro. Hay en la imprenta un trabajo realizado por mujeres que consiste en ordenar los pliegos que conforman un libro y para ello hay que caminar ida y vuelta a lo largo de un estante a la altura del hombro en el que están acmodados los pliegos, de modo que ellas caminan todo el día (jornada de 8 horas, cuando no hacen horas extras), con el brazo levantado, para poder ir tomando cada uno de los pliegos y que el libro quede de la página uno a la equismilquinientosochentaydos. Una y otra vez, una y otra vez, hasta que acaba el día.
Por la noche, en la boda, compartimos mesa con dos señoras mexicanas peinadísimas, perfumadísimas y entaconadísimas, quienes nos dirigieron la palabra sólo para preguntarnos si éramos del banco, y al saber que nos dedicábamos a la innoble labor de difundir la lengua española, no volvieron siquiera a mirarnos. Estas dos personajas hablaban con su tono más mamerto de lo difícil que es para ellas ser madres que trabajan, y tener que decirle a la muchaha, al chofer y a la nana qué hacer; y agitando su mano derecha rodeada por su carísimo reloj Coach amenzaba, la más rubia, a su marido con fundar el sindicato de madres trabajadoras.
La música era francamente pésima, pero Joy tuvo que llevarme a bailar, puesya no aguantaba más estupideces.
En la pista descubrimos cómo funcionaba el entramado social de la fiesta; en primer lugar la imagen más reveladora de lo que será la vida de la pareja ¿pueden imaginar a un inglés y a una brasileña bailando? exactamente, una imagen contrastante, un contrapunto bizarro. Los coterráneos del novio, sin nada que demostrarle a nadie, asistieron en jeans y vestidos de flores y se decieron a bailar hasta los más caprichosos ritmos del trópico sin ninguna inhibición; al cabo que para eso son patrones y ahi de quien se le ocurra mencionar algo de eso con malicia en la oficina. Los mexicanos de la UNAM, obviamente fueron los primeros en sacarle brillo a la pista, comandados ni más ni menos que por el estilazo del maestro del curso y su mujer. Las brasileñas, se comportaron como todas unas brasileñas, meneándose la noche toda... ¡Ay, pero nuestra pobre socialité mexicana!... con cara de fuchi, fumando afuera de la fiesta, haciéndose las que no saben bailar nada de nada, pues es de mal gusto exhibirse de esa forma y dedicados a mirar con desprecio a la concurrencia.
Es increíble que para marcar su estatus se la tengan que pasar tan mal, o por lo menos fingir que lo hacen.
Así el ejercicio antropológico del sábado pasado, en donde al Joy le tocó ver de todo en la pirámide social. A la luz de nuestro bonito México tan plural, piense usted qué quiere ser cuando sea grande, pero recuerde que no es lo mismo quesadillas de hongos con queso que de queso con hongos.
La novia es una chica brasileña de clase media que hizo realidad su sueño de telenovela mexicana, en que se casa con el banquero inglés, quien la lleva a conocer el mundo a expensas de las infames tarifas con que nos sangran a los mexicanos en especial, y en general al resto de países en donde el simpático banco local del mundo tiene presencia.
El novio, es ese banquero inglés a quien si ves en jeans y camiseta no te inspira el menor respeto y eso es todo lo que puede decirse de él.
La boda boda se llevó a cabo en Londres, a ésta acudió lo más encumbrado de la sociedad londinense y lo más colorido de la sociedad curitibana (anque la novia diga que ella en realidad es de Sao Paulo). Las fotos de la boda en Londres son particularmente graciosas. Uno no creería que a estas alturas las damas londinenses asistieran a las bodas enguantadas y ensombreradas, y sin embargo, lo hacen; y uno tampoco creería que a estas alturas hubiera gente que aún usa medias negras con zapato abierto para ir a una boda en Londres y sin embargo la sociedad curitibana lo hace.
No conformes con un boda tan dispar en el viejo continente, decidieron hacer una segunda vuelta en el DF, ciudad en donde viven; así que asisteron a la boda en Las Lomas los altos directivos del banco; los estudientes de la UNAM, con quien la novia comparte un curso; la socialité mexicana, que en realidad son los subternos de los ingleses; y el maestro de español.
Dicha mezcla fue posible, gracias al total desconocimiento de las normas de etiqueta por parte de la novia. Ella es desenfadada y no distingue entre clases sociales -al menos por ahora-, está tan sola la pobre que a pesar de ser malmirada por sus finísimas amistades, ella decide sentar en la misma mesa al electricista, la muchacha, el maestro de español, y las amigas de Polanco, para sentir que como entre una gran familia.
Para el Joy el día de la boda no boda fue como un gran ejercicio antropológico. Tuvo la fortuna de visitar en la mañana una imprenta en donde la frase "el proletariado y la clase obrera la pasan muy mal" adquirió sus reales dimensiones. Uno tiene la idea de que el trabajo de los obreros es pesado e infame, pero no sabe cuánto hasta que el obrero tiene una cara, un nombre y una dignidad. Joy encontró como lo más impactante el darse cuenta de lo demandante y desgastante que puede ser el trabajo físico, sin llegar a pensar en el extremo que implica el trabajo en las minas o de los obreros industriales, sino en cosas que parecieran tan poco agotadoras como el armado de un libro. Hay en la imprenta un trabajo realizado por mujeres que consiste en ordenar los pliegos que conforman un libro y para ello hay que caminar ida y vuelta a lo largo de un estante a la altura del hombro en el que están acmodados los pliegos, de modo que ellas caminan todo el día (jornada de 8 horas, cuando no hacen horas extras), con el brazo levantado, para poder ir tomando cada uno de los pliegos y que el libro quede de la página uno a la equismilquinientosochentaydos. Una y otra vez, una y otra vez, hasta que acaba el día.
Por la noche, en la boda, compartimos mesa con dos señoras mexicanas peinadísimas, perfumadísimas y entaconadísimas, quienes nos dirigieron la palabra sólo para preguntarnos si éramos del banco, y al saber que nos dedicábamos a la innoble labor de difundir la lengua española, no volvieron siquiera a mirarnos. Estas dos personajas hablaban con su tono más mamerto de lo difícil que es para ellas ser madres que trabajan, y tener que decirle a la muchaha, al chofer y a la nana qué hacer; y agitando su mano derecha rodeada por su carísimo reloj Coach amenzaba, la más rubia, a su marido con fundar el sindicato de madres trabajadoras.
La música era francamente pésima, pero Joy tuvo que llevarme a bailar, puesya no aguantaba más estupideces.
En la pista descubrimos cómo funcionaba el entramado social de la fiesta; en primer lugar la imagen más reveladora de lo que será la vida de la pareja ¿pueden imaginar a un inglés y a una brasileña bailando? exactamente, una imagen contrastante, un contrapunto bizarro. Los coterráneos del novio, sin nada que demostrarle a nadie, asistieron en jeans y vestidos de flores y se decieron a bailar hasta los más caprichosos ritmos del trópico sin ninguna inhibición; al cabo que para eso son patrones y ahi de quien se le ocurra mencionar algo de eso con malicia en la oficina. Los mexicanos de la UNAM, obviamente fueron los primeros en sacarle brillo a la pista, comandados ni más ni menos que por el estilazo del maestro del curso y su mujer. Las brasileñas, se comportaron como todas unas brasileñas, meneándose la noche toda... ¡Ay, pero nuestra pobre socialité mexicana!... con cara de fuchi, fumando afuera de la fiesta, haciéndose las que no saben bailar nada de nada, pues es de mal gusto exhibirse de esa forma y dedicados a mirar con desprecio a la concurrencia.
Es increíble que para marcar su estatus se la tengan que pasar tan mal, o por lo menos fingir que lo hacen.
Así el ejercicio antropológico del sábado pasado, en donde al Joy le tocó ver de todo en la pirámide social. A la luz de nuestro bonito México tan plural, piense usted qué quiere ser cuando sea grande, pero recuerde que no es lo mismo quesadillas de hongos con queso que de queso con hongos.
Benditas sean las boda; benditos sus invitados.
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