Venía yo a este mundo a ser hermosa... en el camino hacia acá se me cayeron los atribuots. Venía también a escribir las palabras que no se habían imaginado jamás, perdí la tinta del ingenio antes de encontrar el papel de la emoción. Venía, pues, a ser la voz misma de Euterpe, padezco una afonía ensordecedora. Estaba en mi vida escrito que venía aquí a dejar huellas profundas e indelebles, y son mis pasos tan leves que nadie recuerda que he pasado. Venía finalmente a cantar amores a los marineros... resulta hoy que soy sirena, sí, pero de ambulancia que vaticina desastre y dolor sin siquiera dar un berve paseo por el embeleso. Es menester ahora replantear no a qué venía sino a qué vengo. No ser hermosa, ser linda, no escribir lo que no se imaginó, sino imaginar lo que hay que escribir, olvidarme de Euterpe y consagrarme a Melpómene, aprovechar lo invisible de mis huellas en la arena para desgarrar los corazones, olvidarme de las olas y ser sirena en la alberca (como dice mi papá). Y se ...
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