No soy de la clase de personas que renuncia, que se rinde, que deja las cosas con el consuelo de "ya lo hará alguien más". Soy de las que llegan a la meta, tal vez hasta el último, pero llega, como la gorda del salón, sudando, jadeante, haciendo un espectáculo de sí misma, pero satisfecha de haber llegado. Hoy dudo ser esa Ágata Trementina, ya no me siento capaz de abrir mi bocota para jalar aire por última vez y llegar al final... Una de las brillantísimas panistas decía ayer a gritos: No pudo haber habido fraude, yo fui funcionaria de casilla y ese día me sentí heróica, así es que no hubo fraude Yo quiero sentirme heróica y que mi sentimiento de heroísmo me haga creerme que el mundo es como yo epero que sea. Lo malo es que me aficioné a la terrible costumbre de creer en una realidad más allá de mi cabecita, y en esa, por más heróica que me sienta, las cosas son comoson: los niños no entienden ni el cuento más sencillo de García Márquez, las maestras dicen "ya que los