Vida: a nada te pareces desde que yo te vivo
Y es así, en nada se parece esto a lo que yo imaginé cuando no me tocaba más que imaginar la vida. Y qué bueno.
Cuando éramos niñas, las niñas y yo jugábamos a predecir el futuro a partir de un juego de números y vueltas.
El mecanismo:
En un cuadro se escribía la edad a la que una pretendía contraer nupcias y en cada uno de los lados del cuadro se dibujaban 3 líneas perpendiculares. Cada uno de esos cuatro grupos de líneas correspondía a un aspecto “fundamental” del matrimonio:
Arriba: 3 posibles candidatos a marido
A la izquierda: 3 posibles lugares de luna de miel
Abajo: 3 posibles medios de transporte para llegar al sitio de la luna de miel
A la derecha: 3 posibles tipos de vivienda, escenario del feliz matrimonio
Una vez establecido esto se procedía a contar girando alrededor del cuadro sobre las líneas y en el sentido de las manecillas del reloj, hasta alcanzar el número escrito en el centro del cuadro. La línea sobre la que se detenía el lápiz era la primera en ser eliminada, y así se continuaba eliminando líneas hasta tener sólo una opción por cada uno de los costados del cuadro y con esto quedaba el futuro definido.
Las opciones escritas en las líneas perpendiculares de mis cuadros a lo largo de mi infancia cambiaron constantemente, pero el número dentro del cuadro jamás
Cuando éramos niñas, las niñas y yo jugábamos a predecir el futuro a partir de un juego de números y vueltas.
El mecanismo:
En un cuadro se escribía la edad a la que una pretendía contraer nupcias y en cada uno de los lados del cuadro se dibujaban 3 líneas perpendiculares. Cada uno de esos cuatro grupos de líneas correspondía a un aspecto “fundamental” del matrimonio:
Arriba: 3 posibles candidatos a marido
A la izquierda: 3 posibles lugares de luna de miel
Abajo: 3 posibles medios de transporte para llegar al sitio de la luna de miel
A la derecha: 3 posibles tipos de vivienda, escenario del feliz matrimonio
Una vez establecido esto se procedía a contar girando alrededor del cuadro sobre las líneas y en el sentido de las manecillas del reloj, hasta alcanzar el número escrito en el centro del cuadro. La línea sobre la que se detenía el lápiz era la primera en ser eliminada, y así se continuaba eliminando líneas hasta tener sólo una opción por cada uno de los costados del cuadro y con esto quedaba el futuro definido.
Las opciones escritas en las líneas perpendiculares de mis cuadros a lo largo de mi infancia cambiaron constantemente, pero el número dentro del cuadro jamás
24
Esto se debe a que de niña siempre creí que a los 24 uno debía comenzar su vida adulta, concepto que para ese entonces en mi cabecita consistía únicamente en “casarse bien” y sentase a tener hijos.
Quiso la vida —y qué bueno que quiso— que mis papás erraran su elección de escuela y en vez de ponerme en el instituto religioso para señoritas que hubiera complacido sus expectativas, me entregaron a la hermosa anarquía idealista en la que crecí y que, en gran medida, me puso en donde estoy ahora —acostada en medio de Reforma a las 4 de la mañana, defendiendo aquello que me parece justo.
Cuando iba en 5º de primaria tuve una maestra que se saltó, cual feliz canguro, todo el programa de la SEP —como lo había venido haciendo sistemáticamente con todas sus generaciones de alumnos—, ella sólo enseñaba Revolución Mexicana y Movimiento del 68. La razón es obvia, había vivido y seguía viviendo de forma constante en su ser el segundo tema.
Ella tenía una lucha más importante que hacernos entender el objeto indirecto o la división con punto decimal; quería que entendiéramos para qué debíamos usar todo lo que hasta ese momento habíamos aprendido y aquello que seguiríamos aprendiendo a lo largo de nuestra trayectoria académica: para defender la verdad.
Blanca —así se llamaba (y espero se siga llamando)— nos contó el 68 desde sus ojos y con la misma voz con la que gritaba consignas en Tlatelolco, cuando sucedió lo que todos ya sabemos. Nos contó cuánto tuvo que correr para escapar de los pasos asesinos que la persiguieron esa tarde, cómo al correr sintió cuando perdía un zapato y aún con la angustia de tener que salvar la vida, tuvo tiempo de reparar en aquella pérdida mínima. Nos narró cómo tras una serie de eventos borrosos ya, perdió la consciencia. Al despertar, contaba Blanca, todo eran zapatos sobre la calle, cuerpos inmóviles entre una multitud de zapatos que esos cuerpos habían perdido cuando aún tenían movimiento.
Cada vez que veo esos zapatos que la gente pierde en la calle, en circunstancias menos terribles (supongo y espero), pienso en mi maestra Blanca y en cómo agradezco que sea parte de los motivos para que a mis 24 años, en vez de un anillo en el penúltimo dedo de la mano, tenga una cinta tricolor en el lado izquierdo de mi sweater; en vez de una suite de lujo en Cancún, me encuentre en esta casa de campaña; y en vez de una casa en la lomas y una vida llena de hijos y maridito insípidos, como los que imaginaba de niña, tenga al aliento mío y de quien amo para seguir defendiendo lo que creo justo y verdaderamente fundamental.
Wow . ¡¡¡Suerte!!!
ResponderBorrarMuy buena historía y mejor aun el hecho de q seas feliz con lo q tienes y q luches x tus ideales...
ResponderBorrarSaludos!
quiero llorar!!! yo no tuve maestra blanca. tuve escuela religiosa (y vaya si es religiosa), pero tuve familiares y amigos de "izquierda".
ResponderBorrarte quiero.
:O!!!
ResponderBorrares cuando me siento reorgullosa y muy afortunada por haberte conocido!
Te kierO.
bravo por tu version presente de los 24.
ResponderBorrarrespetos a blanca. saludos. hugo
maldita sea! yo escribí un comment...ayer!
ResponderBorrarmar derrama amor. y qué mejor que ese amor sea de vida, de conciencia y lucha, y del aliento de quien a su lado se encuentra; a, como bien ella dice, de ese mundo de artificio con el que tanto soñó mucha gente inculcándolo en sus hijos. mucho gusto me da que la brisa que este tempestuoso corazón emana sea tan nítido, brillante, sincero y cálido... espero que algo parecido llegue con el abrazo que aquí en palabras dejo.
ResponderBorrarcuando yo era niña, los veinticuatro sin duda eran un hito, porque además, los tendría en el año 2000. Ese año, el de mis 24 fue definitivo. Me encantó tu post. Y deseo, sinceramente, que tú a tus 24 vivas, sientas, ames, mucho más y mejor que una que a sus 24 la asaltaban los temores.
ResponderBorrarUn abrazo fuerte
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