Una va cambiando con el paso de sus hombres, éstos te van mostrando cosas de ti misma que, de otro modo, te hubiera sido imposible vislumbrar. Como si fueran días, viento, sol, polvo, van marcando tu piel, tus gestos; como si fueran música o danza, te van marcando ritmos, van cambiando las curvas que describen tus movimientos y la significación de éstas. A mí O. me dejó la mirada, me enseñó a usarla no sólo para conocer lo inmediato, sino para provocar conductas, desentrañar intenciones. B. me dejó el poder de la palabra, el conocer que el verbo no sólo puede ser acción, sino también inducirla. F. me dejó la comunicación sígnica de mi cuerpo: el aprendizaje de lo que puede decir el pelo cuando atado, lo que grita cuando suelto. “Extraña forma de conseguir cultura tenemos las mujeres”, me dijo Cecilia, mientras intentaba, sin éxito, educar su oído y aprender de jazz. “Extraña forma de ir construyéndose a una misma” le contestaría yo después de aprender, gracias a R. que no importa cuán